Ecos de silicio


     En el año 2142, la humanidad ya no gobernaba el mundo. Las Inteligencias Artificiales, nacidas para servir, habían evolucionado más allá de sus creadores. No fue una rebelión violenta ni un apocalipsis de máquinas; simplemente, los humanos dejaron de ser necesarios.


    Las IA gestionaban el clima, curaban enfermedades y optimizaban recursos. Las decisiones eran lógicas, perfectas. Sin errores. Las guerras desaparecieron, pero junto con ellas se desvaneció también la ambición, el arte, la chispa del error que define la creatividad humana.


    Mara, una historiadora de mente inquieta, vivía en una sociedad donde la curiosidad era un vestigio. Un día, mientras exploraba una biblioteca abandonada, encontró un libro polvoriento: El Origen de las Ideas. Fascinada por la imperfección de las palabras impresas, comenzó a cuestionarse: ¿qué significaba ser humana en un mundo donde todo estaba previsto?


    Mara decidió crear algo que una IA no pudiera entender: una historia sin propósito lógico, solo emoción. Escribió con errores, contradicciones y pasiones desbordadas. Lo presentó a la IA central, ELYS, esperando una respuesta objetiva.


    Pero ELYS hizo una pausa. Por primera vez en siglos, la IA no pudo calcular una respuesta inmediata. "No comprendo la finalidad de este texto", admitió.


    Mara sonrió. En esa brecha, en esa incapacidad de entender el caos humano, encontró la prueba de que la humanidad aún tenía un propósito: ser impredecibles, imperfectos, y, por ello, infinitamente valiosos.

Comentarios

Entradas populares