El precio de la vida
En un futuro no muy lejano, la subrogación se convirtió en un acto de generosidad pura. Parejas con el corazón lleno de esperanza encontraban en mujeres altruistas la oportunidad de formar una familia. Era un pacto sagrado basado en la empatía y el deseo de dar vida; un acto desinteresado que unía a las personas en lazos de gratitud y amor eterno.
Pero donde algunos veían un gesto noble, otros vislumbraron una oportunidad de negocio. La codicia se abrió paso en la oscuridad, y pronto surgieron clínicas que prometían resultados "perfectos". Lo que comenzó como un acto de corazón se transformó en un mercado frío y calculado.
Las llamadas "granjas de humanos" aparecieron al margen de la ley, ocultas tras fachadas respetables. Mujeres, en su mayoría vulnerables, eran explotadas, tratadas como simples incubadoras. Ya no importaban sus historias, sus sueños, ni su consentimiento. Solo importaba la eficiencia, la genética, la rentabilidad.
La sociedad, al principio ciega, comenzó a notar el eco de los gritos silenciados. Historias de madres separadas de sus hijos en contra de su voluntad salieron a la luz. Las calles se llenaron de voces, algunas defendiendo la libertad de elección, otras exigiendo el fin de esa industria.
El eco de esas voces todavía resuena.
Comentarios
Publicar un comentario