La Furia de la Cúpula: Una Noche de Sangre
- ¡Bienvenidos, gente de la Cúpula!
La expectación es palpable, la miseria está fuera, pero aquí, bajo esta luminosa bóveda, solo existe el sudor, la sangre y el rugido de la multitud. Soy su anfitrión, Cástor, y créanme, esta noche, los dioses de la Furia nos sonríen.
El metal resuena contra el suelo, un eco pesado que se mezcla con el clamor de las gradas. El humo espeso de la pirotecnia se disipa, revelando a los dos titanes que se enfrentarán esta noche. A mi izquierda, el Martillo de la Fosa, un coloso de músculos y cicatrices. A su paso, las primeras filas lanzan flores podridas, la única muestra de "nobleza" que les queda, una ofrenda para un futuro muerto. El público grita su nombre. Han apostado sus últimas raciones en él. A mi derecha, la Sombra de la Agonía, una figura esbelta pero letal, conocida por su velocidad y la crueldad de sus golpes. Se levanta su capucha, dejando ver un rostro joven, marcado por el hambre y la ausencia de esperanza.
La campana de acero suena, ensordecedora, y el combate comienza. El Martillo se lanza con un rugido, un ariete humano. Pero la Sombra es escurridiza, un fantasma que evade cada golpe con una gracia mortal. El público se enciende, sus voces se convierten en una sola masa de excitación y furia. En sus ojos no hay dolor, solo sed de violencia, una sed tan profunda que les hace olvidar que sus propios hijos se arrastran por las calles infestadas, que sus vecinos se pelean por migas de pan.
La Sombra, con un movimiento rápido, clava su cuchilla en el muslo del Martillo. Un grito de agonía, que pronto es ahogado por los aplausos. La sangre brota, oscura y densa, empapando el suelo de la arena. A mi lado, una madre con la cara marcada por el abandono aplaude con una sonrisa que no le cabe en la cara, y el niño al que le falta un ojo en la fila de abajo pide un poco de sangre a gritos, sin saber que es lo único que verán en sus vidas.
El Martillo ruge de ira y le devuelve el golpe con una patada devastadora que lanza a la Sombra contra el muro de la arena. El Martillo se acerca lentamente, disfrutando del momento. Sabe que la victoria está cerca. La multitud se vuelve loca. La Sombra está malherida, pero se levanta, con los ojos llenos de una rabia helada. Este no es un simple espectáculo, es su única forma de vida, la única salida de la desesperación que les rodea. Es su manera de gritarle a su miseria que no les vencerá.
La Sombra salta y golpea a la velocidad de la luz. Sus golpes son precisos, directos al cuello y al rostro. El Martillo cae de rodillas, con el aliento jadeante. El público se queda en silencio por un momento, aguantando la respiración. La Sombra se alza victoriosa, empapada en sangre. El combate ha terminado, y un nuevo campeón ha ascendido.
Mientras la multitud estalla en un rugido eufórico, me inclino sobre el micrófono, mi voz ronca y triunfante.
- "¡Y ahí lo tienen, gente de la Cúpula! Una noche más de gloria, una noche más de vida. ¡Porque aquí, en la arena, la única miseria que existe... es la de los vencidos!"
Mañana, la rutina volverá, pero por esta noche, han olvidado su hambre y su dolor. Han renegado de su dignidad a cambio de un minuto de felicidad prestada. Por una noche, han sido dioses, y el eco de su júbilo resonará hasta el amanecer.
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